¡El coco! ¡El coco! ¡Ha llegado el coco de Oriente! se oyó
una voz cascada y atronadora, acto seguido los chiquillos agarraron sus canicas
liándose en tropel, algunos hasta se cayeron y se hirieron las rodillas y los
codos, pero lo urgente era huir de allí "a toda pastilla".
La placeta se quedó vacía, hasta los pajaritos que por allí
revoloteaban desaparecieron en el verde de los árboles.
De pronto, por la calle más empinada apareció un hombre
viejo y desaliñado con una cesta de mimbre que venía voceando su mercancía.
Algunos vecinos descorrieron sus cortinas a hurtadillas para ver a aquel hombre
y si es que algo vendía. Una mujer se atrevió a preguntar interrumpiendo el
pregón del vendedor:
-¡Buen hombre! ¿qué es lo que vende?
El hombre se giró hacia ella y encogió los hombros
contestándole:
- ¿No lo oye? pues coco, coco de Oriente.
- ¡Ah! - dijo la mujer- y se fue a curarle las heridas a su
hijo.
¡A saber qué coco de Oriente vendía aquel hombre! Me sentiría feliz si os provocara una sonrisa ¡están tan caras!
Fuera de historias, que no quiero cansaros, hoy os traigo unas yemas de coco que hace
algunos años aprendí a hacer y que el único secreto que tienen es fabricarles
un buen almíbar a punto de hebra, por lo demás es “pan comido". Paradoja de este minicuento que he inventado para vosotros es que el coco que voy a utilizar viene de Indonesia.
Ingredientes:
- Coco rallado (más
rico el natural rallado por nosotros) 125 g.
- Cáscara de limón.
- Azúcar 300 gr.
- Agua 100 ml.
Elaboración:
Es mucho más cómodo comprar el coco rallado, pero sin duda
el fresco sabe mejor, aporta humedad y no es dulce. Yo he utilizado el de sobre, pues tenía en la despensa
para gastar y no he querido que se me eche a perder. Lo dejamos hidratar en un bol con agua hasta utilizarlo.
Ponemos el agua en un cazo con la cáscara de limón y 200 g de
azúcar disolviéndola bien y lo llevamos al fuego. Dejamos que hierva
controlando la temperatura para que no se nos derrame.
Fabricamos un hisopo con el mango de una cuchara larga y un
trozo de tela limpio mojado en agua, para ir retirando el líquido que va
pegándose a las paredes del cazo, pues si seca se cristaliza y entonces se nos
estropea el almíbar. Al no tener un pesajarabes, hay que estar más pendientes
de la cocción.
Dejamos que hierva despacio y con la cuchara de madera, con
el dedo índice y pulgar (mojados para no quemarnos) retiramos un poco y lo
ponemos entremedias de los dos separándolos enseguida para comprobar el grado de cocción.
Estará en su punto cuando salga entre ellos un hilo firme. Retiramos del
fuego.
A continuación agregamos el coco, bien escurrido y mezclamos, volviendo
a poner el cazo en el fuego un par de minutos.
Dejamos templar volcando sobre la encimera.
Tomamos porciones parejas, que redondeamos, y rebozamos con
los otros 100 g de azúcar.
Las colocamos en capsulitas de papel y esperamos a que se
enfríen.
Madre mía ¡¡¡¡ que propuesta más tentadora nos traes.Gracias por compartir.Saludos
ResponderEliminarMe gusta compartir con vosotros, es un placer. Saludos.
EliminarMmmm..qué buenas! Éstas las comemos mucho en Navidad :P
ResponderEliminarBss
Con Especias
Es el tiempo en que más se consumen sin duda. Besos.
EliminarQue receta más deliciosa y tentadora y realmente sin ninguna dificultad, genial Alicia, besos , la dulce Ali
ResponderEliminarGracias dulce Ali. Besos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminartodo muy natural, me gusta un montón estas bolitas, y es que tienen un valor sentimental para mi, resulta q cuando era pequeña las hacia en casa a medias con mi madre, y a mi padre le entusiasmaban, y luego de mayor siempre las recordó, y las queria comer. que recuerdos.... pues las haremos un dia que vaya a ver a mi madre.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho verlas, te han quedado muy buenas! un besito grande y gracias x compartirlo
Silvia
Espero que tus recuerdos sean dulces y que las vuelvas a hacer con tu madre. Estoy encantada de compartirlas contigo y con todo el mundo. Besos.
EliminarDeben estar divinas de la muerte, si estuvieras más cerca me pasaba a degustarlas por tu casa. Saludines
ResponderEliminarNo tanto como las harías tú. Besos.
EliminarSi los viera mi hijo mediano pronto te dejaba la bandeja vacía, están tan ricos...
ResponderEliminarBesos.
No me extraña pues a quien le gusta el coco le gusta mucho. Besos.
EliminarQue ricas tienen que estar, y con el cuento incluido, me ha encantado todo. Mil besicos amiga preciosa
ResponderEliminarTe lo agradezco María, como tu paso frecuente por mi humilde blog. Besos.
EliminarCon lo que me gusta a mí el coco !! Me encanta esta receta.
ResponderEliminarBesos.
Gracias guapa. Besos.
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