A muchos no os gustará ni oír su nombre, y os negaréis en
rotundo a probarla. Os aconsejo que le deis una oportunidad, teniendo en cuenta
que se la damos a la morcilla, consolidada, asentada y encumbrada en nuestro
país. Nada más lejos del conde Drácula jjj.
Cierto es que se considera plato antiguo, y antes se comía
con relativa frecuencia.
Por su escaso poder calórico es muy recomendable en dietas
de adelgazamiento (ya tiene algo que os puede empezar a gustar). Su sabor es
prácticamente neutro, no esperéis un sabor acentuado, lo que la sitúa más a mi
favor.
En sopas, rellenos de fiambre, revueltos, encebollada ¡y
cómo no frita con su tomate casero! hace un juego estupendo. ¿Os he convencido?
Puede ser que vayamos por buen camino.
Ingredientes:
- Sangre de pollo.
- Cebolla.
- Tomate natural
triturado.
- Aceite de oliva.
- Orégano seco
(opcional)
- Escamas de
guindilla (opcional)
- Azúcar.
- Sal.
Elaboración:
Trocea en dados parejos la sangre. Sofríelos en un fondo de
aceite, con una pizca de sal gruesa, sólo dorar. Reserva. En ese mismo aceite
(si queda poco añade algo más) rehoga la cebolla cortada menuda. Cuando haya
ablandado incorpora el tomate. Sala.
Añade una cda. de azúcar, y guindilla y orégano si gustas.
Deja que reduzca el tomate a fuego medio. Vuelve a poner la sangre dentro del
tomate y cuece unos minutos más.
Sirve caliente.