Ingredientes:
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Un buen manojo de collejas (Reducen mucho).
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Huevos.
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Sal.
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Aceite de oliva.
Elaboración:
Deshacer
los ramitos de las collejas separando las hojas, tirando los troncos más duros
y lavar bajo el grifo para quitar algún resto de tierra o bichillo.
Blanquear
(sumergir en agua hirviendo en un corto espacio de tiempo) con un poco de sal,
con cuidado de no salar mucho, pues las collejas como otras verduras cogen
mucho la sal, y podríamos estropearlas. Será suficiente cocerlas durante tres
minutos.
Después
de esto, las pasaremos a un escurridor, presionando con una cuchara, a fin de
exprimir al máximo el agua que les ha quedado.
Preparamos
una sartén con un poquito de aceite y salteamos las collejas impregnándolas
bien con la grasa durante dos o tres minutos.
Mientras,
batimos unos huevos con una pizca de sal.
Mezclamos
con los huevos batidos y elaboramos la tortilla cuajando por ambos lados.
Truco: Si tememos que se nos agarre la tortilla,
hay un truco que mi madre ponía en práctica, y que a veces funciona: Es
quemar un poco de aceite en la sartén, con precaución, no vayáis a salir
ardiendo, y después cocinarla normalmente. Yo prefiero tener una sartén para
tortillas y revueltos, no la meto en el lavaplatos, la lavo con agua templada
con esponja y detergente suaves: ¡Es un tesoro tener una sartén en condiciones!
Por
si no conocéis las collejas, os diré que se trata de una planta silvestre, pero
que también podemos encontrarlas en algunas fruterías. La mejor época del año
es de febrero a marzo. Si las recogéis del campo, no arranquéis la raíz,
solamente cortad las hojas para no exterminarlas y que vuelvan a brotar. De
este modo podréis tener un lugar al que volver a recolectarlas. :)
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